Archivo por meses: May 2013

Bangladesh, la urgencia de la ética de la responsabilidad

Ayer se cumplió un mes de la muerte de, al menos, 1.127 personas en el edificio Rana Plaza del suburbio de Savar en Daca, la capital de Bangladesh. El edificio de ocho plantas, en el que funcionaban cinco talleres textiles, se derrumbó el 24 de abril debido a fracturas en su estructura. El día anterior a la tragedia, se había alertado sobre la posibilidad de un colapso del edificio, recomendación que los empleadores ignoraron, amenazando con el despido a los trabajadores que no acudieran a su puesto de trabajo. Hay casi 2.500 personas heridas.

Bajo los escombros del edificio Rana Plaza, Nasima, de 24 años, pasó cuatro días enterrada antes de ser rescatada. A Shapla, de 19 años, le amputaron el brazo izquierdo en el mismo lugar del accidente. Razia, de 21 años, sufre tanto dolor que en el hospital pide a gritos morir. Marian, de 25 años, tiene los brazos y las piernas destrozadas.

En Bangladesh, la industria textil – en la que trabajan más de 3 millones de personas (el 90% mujeres) en casi 4.000 fábricas- representa el 78% de sus exportaciones, y es el sector que genera más divisas -unos 20.000 millones de dólares al año-, en un país de 150 millones de habitantes en el que dos tercios de la población se dedican a la agricultura. Las compañías comenzaron a instalarse en el país asiático en 1980, atraídos por la mano de obra barata –el salario mínimo de los trabajadores del sector es el más bajo del mundo, con 38 dólares- y los bajos impuestos.

Tras la tragedia y las manifestaciones de miles de trabajadores durante más de dos semanas reclamando mejores condiciones, el gobierno bangladeshí ha aprobado algunas medidas, incluido un Acuerdo para la Seguridad de los Edificios y contra el Fuego, suscrito el pasado 15 de mayo. Las autoridades, que han comenzado a implantar estándares de seguridad en casi 950 fábricas del país en las que se ha considerado que existían riesgos, han cerrado ya 18 fábricas. Sin duda, el gobierno bangladeshí es una de las partes que tiene que asumir responsabilidades, y promover un cambio que asegure la dignidad de las condiciones de trabajo en su país.

En el edificio Rana Plaza del suburbio de Savar en Dacar, tenían sus talleres textiles varias compañías transnacionales como Benetton, Primark, H&M, Mango, Gap, o El Corte Inglés. En un mundo global, deslocalizar, en países en desarrollo, la producción que se vende en el primer mundo resulta obscenamente rentable en términos económicos. Sin embargo, contratar la producción con proveedores que respeten la seguridad y los derechos laborales es una elección, y por tanto una responsabilidad.  Supervisar toda la cadena, que en ocasiones incluye subcontrataciones de subcontrataciones, no es sólo una obligación ética, sino una fortaleza para el coste intangible que representa la imagen o la reputación de la empresa. En la sociedad red, los consumidores son cada vez más influyentes, y las grandes corporaciones más vulnerables al rechazo social. Nike y Adidas divulgan hoy los nombres de sus proveedores en el extranjero, después de conocerse, a mediados de los años 90, que sus productos eran fabricados en Pakistán por niños y niñas, en algunos casos menores de seis años.

La tragedia del edificio Rana Plaza en el suburbio de Savar en Daca, capital de Bangladesh, ha mostrado al mundo las condiciones en las que viven y trabajan las miles de personas que cosen la ropa que compramos en este lado del planeta. Ninguna de estas muertes tiene sentido, pero quizá puedan contribuir a que más personas en el mundo, más gobiernos, y más empresas asuman un nuevo y urgente paradigma de sostenibilidad como espacio de convergencia entre la viabilidad económica, la equidad social, y el equilibrio medioambiental. Esto requiere de cambios en la forma de producir. Como señalan Antoni Gutiérrez-Rubí y Juan Freire en su libro Manifiesto Crowd. La empresa y la inteligencia de las multitudes, en el siglo XXI, negocio e implicación social forman parte de una misma estrategia. Algunas empresas están transitando ese camino, en particular las pequeñas y medianas, que podrían ser un ejemplo de cómo se puede crear valor compartido a corto, medio y largo plazo.

Pero la sostenibilidad también requiere de cambios en la forma de consumir. Los consumidores no sólo tenemos que exigir y adquirir productos hechos con respeto a la dignidad de las personas, sino también cambiar nuestras pautas de consumo, aproximándolas a nuestras verdaderas necesidades.

PD. Agradezco a @MartAriasRobles su acertado post, Un edificio en Bangladesh, que en buena medida ha inspirado éste.

Informe 2013 sobre la libertad de prensa en el mundo

Web

Desde 2002, Reporteros sin Fronteras viene analizando anualmente el estado de la libertad de información en el mundo. En aquella primera Clasificación Mundial, realizada sobre un total de 139 países, la organización señalaba que la libertad de prensa «no era un privilegio de los países ricos», pues países como Benín se situaban entre los mejor clasificados. Por el contrario, este año Japón, la tercera economía del mundo, ha perdido 31 puestos, colocándose en el lugar 53 de la tabla, debido a la gestión opaca de la crisis nuclear de Fukushima.

La Clasificación Mundial 2013 analiza la libertad de prensa de periodistas y netciudadanos en un total de 179 países. Finlandia, Países Bajos y Noruega siguen manteniendo las primeras posiciones en el respeto escrupuloso de esta libertad, como también de otros derechos fundamentales. 

El informe sitúa a los BRICS, a excepción de Sudáfrica,  en posiciones bajas o muy bajas en la clasificación. Brasil, en el lugar 108, continúa su caída, iniciada en 2012, en buena medida debido a la persistente falta de pluralismo de los medios de comunicación. Rusia, en el puesto 148, pierde varias posiciones tras la vuelta a la presidencia de Vladimir Putin y su política represiva contra la oposición, sumada a la situación de impunidad ante los asesinatos y agresiones a periodistas, que se perpetúa en el país. India, donde también crece el clima de impunidad, y se mantiene la censura en la red, se encuentra, con el puesto 140, en su peor nivel desde 2002. China, en el lugar 173, no mejora: junto a la permanente censura en internet, un gran número de periodistas y netciudadanos son encarcelados. Por el contrario, el último en incorporarse a los BRICS, Sudáfrica, conserva un buen lugar -como bien señala Reporteros sin Fronteras, la libertad de prensa es una realidad en el país -, con el puesto 52, aunque ha ido retrocediendo anualmente hasta salir, por primera vez, del grupo de los 50 países mejor clasificados.

Entre los avances a destacar, ligados a la recuperación de la estabilidad política y los primeros pasos de apertura de las libertades fundamentales, dos países africanos: Malaui (que avanza del puesto 146 al 75 actual);  y Costa de Marfil  (que avanza 63 puestos, situándose en el 96);  y dos asiáticos, Myanmar (que pasa del 169 al 151 de la tabla, con las primeras y tímidas medidas de apertura democrática), y Afganistán (que avanza 22 puestos, situándose en el 128), cuyo ascenso se explica por el hecho de que no haya periodistas encarcelados en el país.

Aunque los países de la Unión Europea, Estados Unidos (en el puesto 32) y Canadá (en el 20, aunque baja 10) se siguen ubicando en los 50 primeros puestos de la clasificación, la libertad de prensa sigue retrocediendo en Grecia, Italia, y Hungría. La profunda crisis social y económica, además de política, que sitúa a Grecia en el puesto 84 de la clasificación, impacta también a los periodistas, expuestos a la violencia de los grupos extremistas y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. En Italia, situada en el puesto 57, a la penalización de la difamación hay que sumar la ley mordaza, que prohíbe la difusión de documentación relativa a las conversaciones telefónicas o de correo electrónico. Hungría, en el puesto 56, ha venido constriñendo la libertad de prensa con la ley aprobada en 2010, que permite retirar licencias y cerrar medios de comunicación.

España, en el puesto 36, gana 3 respecto a 2012, pero aún se mantiene a distancia de buena parte de los socios europeos (países nórdicos, Luxemburgo, Austria, Irlanda o Alemania), si bien está cercana a Portugal, Reino Unido y Francia (situados en los puestos 28, 29 y 37, respectivamente).

Una vez más, la libertad de prensa es un buen indicador de la calidad democrática, y/o de la falta de los mínimos derechos y libertades fundamentales en aún demasiados países del mundo.