El pasado 28 de febrero asistí a la XV Conferencia de la Fundación Francisco Fernández Ordóñez (CAFFO), que este año tuvo como invitado al ex Presidente mexicano Ernesto Zedillo. Introducido por Emilio Casinello, ex Embajador en México y Director del Centro de Toledo para la Paz (CITpax), y presentado por el Ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García Margallo, Zedillo disertó sobre «Globalización de la economía y localidad de la política: algunas consecuencias de este desafortunado desfase».
Ernesto Zedillo, que tuvo que gestionar, a su llegada a la presidencia mexicana en diciembre de 1994, la crisis económica cuyos efectos internacionales fueron conocidos como el llamado “Efecto Tequila”, señaló sin ambages la falta de voluntad política de los países miembros del G20 para cumplir con los cuatro principales compromisos asumidos en las sucesivas Cumbres que, tras la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008, reunieron a los líderes mundiales en Washington, Londres, y Pittsburgh: la reforma del sistema financiero global, la de los organismos financieros multilaterales (el FMI y el Banco Mundial), el compromiso de concluir la Ronda de Doha sobre comercio en 2010, y una mayor coordinación de políticas económicas.
Zedillo expresó clara y rotundamente su análisis: «no se hizo nada de lo acordado en el G20», «Kioto ha sido un fracaso», «la Ronda de Doha no va», y «existen desequilibrios macroeconómicos peligrosos (exceso de superávit en algunos países, exceso de déficits en otros) que generan shocks de la globalización y complican enormemente la capacidad del multilateralismo» para dar respuesta a estos desafíos. La respuesta internacional a la crisis, señaló, ha sido un fracaso. Se acordaron los instrumentos -con los que no se contaba en anteriores crisis- pero faltó la voluntad política para cumplir con los compromisos asumidos.
En su intervención Zedillo advirtió que, si no se abordan fórmulas de gobernabilidad mundial –que no se atisban-, podemos ir hacia una situación de catástrofe, y a una nueva crisis (cuando aún no hay recuperación de la que estalló en 2008) de proporciones aún mayores que la actual, pues no se han hecho las profundas y necesarias reformas en el sistema internacional.
De nuevo, es la voluntad política la que da la medida de cómo pueden darse respuestas y resolverse los desafíos de este mundo interdependiente y globalizado. ¿Qué más tiene que pasar para que los dirigentes políticos decidan aplicar las decisiones comprometidas? ¿Cuantos empleos se han de perder, cuántas personas más han de empobrecerse para asumir que hay que actuar, y que hay que hacerlo ya? ¿Será el medio ambiente una víctima más de la crisis? ¿No está sobradamente demostrado -como reconoció el propio Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación español -que las medidas de austeridad no resolverán la crisis?
Los grandes desafíos globales como la crisis económica y financiera internacional, el cambio climático, los problemas de narcotráfico y crimen organizado transnacional, el hambre y la pobreza, sólo pueden ser abordados desde una perspectiva común y multilateral. Pero el verdadero problema no es encontrar y diseñar mecanismos globales, sino comprometer la voluntad política necesaria para implementarlos.
Sin voluntad política, los compromisos son papel mojado. Lograr un sistema global capaz de afrontar los desafíos y los shocks de la globalización económica no sólo es conveniente, sino que es necesario y urgente. A las amenazas y desafíos existentes y a los desequilbrios profundos, hay que sumar la desafección de la ciudadanía hacia la política y los representantes políticos. Que los líderes mundiales no sean capaces de cumplir con los compromisos asumidos, alimenta esta distancia, cada día mayor.
Zedillo apuntó, como otra de las consecuencias del desfase entre la globalización económica y la falta de respuestas políticas globales, la incapacidad de los gobiernos de crear una nueva relación con los ciudadanos, de pactar nuevos acuerdos, adaptando el sistema democrático a la toma de decisiones internacionales. De hacer política y ciudadanos cosmopolitas.
Es la política, sí, siempre es la política.